Hace un tiempo, concretamente el 15 de Julio de este mismo
año, un grupo de muchachos (los chicos aun sin barba) montábamos en un avión
que tras hacer escala en Londres, nos llevaría a un país desconocido para
muchos de nosotros. India se llama.
¿No es eso a lo que aspira todo ser? Queriéndolo o no, tú,
yo y el tipo que verás sentado en el banco leyendo el periódico si te asomas a
la ventana, queremos ser felices. Sé que me he metido en un tema un tanto
escabroso. Cada uno tendrá su concepción del término felicidad. Yo suelo ser de
mojarme, así que diré que para mí, felicidad, es no necesitar nada para estar a
gusto. La sencillez de la vida en su estado más puro, en el que lo más simple
lo es todo.
[Este artículo me pidieron que lo escribiera para la Universidad de Comillas y según tengo entendido será publicado en el próximo número de su revista, así que aprovecho y lo utilizo como mi última entrada sobre India en -lechecolada-]
A lo largo de este tiempo, nuestras expectativas eran muchas
respecto a lo que podíamos llegar a vivir y conocer. Y aunque no entienda mucho
de fútbol, sé reconocer que este país, su gente, su gastronomía y su todo, nos
han ganado por goleada en un partido amistoso.
Empezando como no podía ser menos por el proyecto de Pannur
en el que estuvimos la mayoría del tiempo que pasamos en India. Allí se supone
que íbamos a echar una mano en lo que buenamente podíamos y donde finalmente el
día a día ha resultado siendo una lección que dudo se imparta en la mejor
Universidad de pago.
Siguiendo con la gente con la que allí tratamos… el padre
Prakash con su sonrisa permanente, Santosh con su disponibilidad absoluta y el
bueno de Sachin entre otros, prestaron unas gafas un tanto especiales a unos
tipos de entre veinte y veinticinco años. Unas gafas tan especiales que durante
unos cuantos días nos hicieron ver lo poco con lo que se puede llegar a ser
feliz.
La experiencia en sí nos hizo ver a través de esas
metafóricas gafas, una realidad que poca gente vive en nuestro país en
comparación a la cantidad de personas
que pueden hacerlo en un país como India. Pese a todo, donde quiera que fuera
que estábamos, la gente solo hacía porque nos sintiéramos como en casa. Y eso a
decenas de miles de kilómetros de ella, es de agradecer, y mucho.
Después de experiencias de este tipo, la gente siempre suele
decir cosas del estilo de… -oye, eso tiene que ser duro ¿no?-. Realmente es
algo que también he llegado a pensar antes de meterme en faena, pero una vez hecho el recuento de recuerdos, personas,
experiencias y momentos, el único sabor de boca que se le puede quedar a uno,
es de haber vivido algo bonito. Algo que por mucho que cavilara, jamás hubiera
dicho que íbamos a vivir cosas así, y cosas de la manera en que las hemos
vivido.
Sin duda, la experiencia del proyecto India, ha sido algo
sobre lo que me gustaría soltar cuatro palabras bonitas finales y tratar de
poner en situación a quien quiera que lea esto, pero lo mejor será que si
tienes la oportunidad de vivir algo así, donde el que realmente sale ganando es
el que se supone que iba a aportar… lo mejor será que lo vivas tu mismo.
Entonces, te acordarás de estas líneas y pensarás lo verdaderamente indefinible
que ha sido todo lo que sea que vivas.
[Este artículo me pidieron que lo escribiera para la Universidad de Comillas y según tengo entendido será publicado en el próximo número de su revista, así que aprovecho y lo utilizo como mi última entrada sobre India en -lechecolada-]